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VENEZUELA, UCRANIA, SIRIA Y EL GUIÓN DE GUERRA TC 18-01 ' El intento de los esfuerzos de la Guerra No Convencional de los Estados Unidos es, aprovechar poderes políticos, militares, económicos y las vulnerabilidades psicológicas para desarrollar y sustentar fuerzas de resistencia para llevar a cabo los objetivos estratégicos de los Estados Unidos...' (TC 18-01) Leer en : http://attac-info.blogspot.com

LA SOLEDAD DE AMERICA LATINA Texto del discurso de agradecimiento leído por Gabriel García Márquez al recibir el premio Nobel de literatura en 1982. Distribuido por SERPAL (Servicio de Prensa Alternativo) al igual que el artículo de Emir Sader El Gabo y el Che, que se publica en PE/Ecupres. Se agradece la sabia decisión de Serpal al distribuir ambos textos.

CHILE, VALPARAÍSO: LO QUE PASÓ POR ESOS CERROS SE LLAMA NEOLIBERALISMO. Cuando todavía humeen los escombros del infierno que azotó Valparaíso, vendrán las recriminaciones, las acusaciones, y la eterna y estéril búsqueda de responsables. Para algunos, por ahí pasó la mala suerte. Los más audaces, responsabilizaran a la gente que elige vivir en situaciones de riesgo, la respuesta es: los pobres no eligen donde vivir.

ECUADOR: ACUERDO COMERCIAL CON EUROPA: UN TLC AL ESTILO CLÁSICO Firmar el acuerdo implicaría la liberalización del mercado de tierras y aguas (protegidas en la Constitución), la privatización de semillas, el aumento de la protección para patentes de productos agroquímicos, el fortalecimiento de las actividades extractivas, y la no priorización de empresas nacionales y pequeños productores en el sistema de compras públicas

 

LA SOLEDAD DE AMERICA LATINA

De Gabriel García Márquez. (*)

4Antonio Pigafetta, un navegante florentino que acompañó a Magallanes en el primer viaje alrededor del mundo, escribió a su paso por nuestra América meridional una crónica rigurosa que sin embargo parece una aventura de la imaginación.

Contó que había visto cerdos con el ombligo en el lomo, y unos pájaros sin patas cuyas hembras empollaban en las espaldas del macho, y otros como alcatraces sin lengua cuyos picos parecían una cuchara. Contó que había visto un engendro animal con cabeza y orejas de mula, cuerpo de camello, patas de ciervo y relincho de caballo. Contó que al primer nativo que encontraron en la Patagonia le pusieron enfrente un espejo, y que aquel gigante enardecido perdió el uso de la razón por el pavor de su propia imagen.

Este libro breve y fascinante, en el cual ya se vislumbran los gérmenes de nuestras novelas de hoy, no es ni mucho menos el testimonio más asombroso de nuestra realidad de aquellos tiempos. Los cronistas de Indias nos legaron otros incontables. Eldorado, nuestro país ilusorio tan codiciado, figuró en mapas numerosos durante largos años, cambiando de lugar y de forma según la fantasía de los cartógrafos. En busca de la fuente de la Eterna Juventud, el mítico Alvar Núñez Cabeza de Vaca exploró durante ocho años el norte de México, en una expedición venática cuyos miembros se comieron unos a otros y sólo llegaron cinco de los 600 que la emprendieron.

Uno de los tantos misterios que nunca fueron descifrados, es el de las once mil mulas cargadas con cien libras de oro cada una, que un día salieron del Cuzco para pagar el rescate de Atahualpa y nunca llegaron a su destino. Más tarde, durante la colonia, se vendían en Cartagena de Indias unas gallinas criadas en tierras de aluvión, en cuyas mollejas se encontraban piedrecitas de oro. Este delirio áureo de nuestros fundadores nos persiguió hasta hace poco tiempo. Apenas en el siglo pasado la misión alemana de estudiar la construcción de un ferrocarril interoceánico en el istmo de Panamá, concluyó que el proyecto era viable con la condición de que los rieles no se hicieran de hierro, que era un metal escaso en la región, sino que se hicieran de oro.

La independencia del dominio español no nos puso a salvo de la demencia. El general Antonio López de Santana, que fue tres veces dictador de México, hizo enterrar con funerales magníficos la pierna derecha que había perdido en la llamada Guerra de los Pasteles. El general García Moreno gobernó al Ecuador durante 16 años como un monarca absoluto, y su cadáver fue velado con su uniforme de gala y su coraza de condecoraciones sentado en la silla presidencial. El general Maximiliano Hernández Martínez, el déspota teósofo de El Salvador que hizo exterminar en una matanza bárbara a 30 mil campesinos, había inventado un péndulo para averiguar si los alimentos estaban envenenados, e hizo cubrir con papel rojo el alumbrado público para combatir una epidemia de escarlatina. El monumento al general Francisco Morazán, erigido en la plaza mayor de Tegucigalpa, es en realidad una estatua del mariscal Ney comprada en París en un depósito de esculturas usadas.

Hace once años, uno de los poetas insignes de nuestro tiempo, el chileno Pablo Neruda, iluminó este ámbito con su palabra. En las buenas conciencias de Europa, y a veces también en las malas, han irrumpido desde entonces con más ímpetus que nunca las noticias fantasmales de la América Latina, esa patria inmensa de hombres alucinados y mujeres históricas, cuya terquedad sin fin se confunde con la leyenda. No hemos tenido un instante de sosiego.

Un presidente prometeico atrincherado en su palacio en llamas murió peleando solo contra todo un ejército, y dos desastres aéreos sospechosos y nunca esclarecidos segaron la vida de otro de corazón generoso, y la de un militar demócrata que había restaurado la dignidad de su pueblo. En este lapso ha habido 5 guerras y 17 golpes de estado, y surgió un dictador luciferino que en el nombre de Dios lleva a cabo el primer etnocidio de América Latina en nuestro tiempo. Mientras tanto 20 millones de niños latinoamericanos morían antes de cumplir dos años, que son más de cuantos han nacido en Europa occidental desde 1970.

Los desaparecidos por motivos de la represión son casi los 120 mil, que es como si hoy no se supiera dónde están todos los habitantes de la ciudad de Upsala. Numerosas mujeres arrestadas encintas dieron a luz en cárceles argentinas, pero aún se ignora el paradero y la identidad de sus hijos, que fueron dados en adopción clandestina o internados en orfanatos por las autoridades militares. Por no querer que las cosas siguieran así han muerto cerca de 200 mil mujeres y hombres en todo el continente, y más de 100 mil perecieron en tres pequeños y voluntariosos países de la América Central, Nicaragua, El Salvador y Guatemala. Si esto fuera en los Estados Unidos, la cifra proporcional sería de un millón 600 mil muertes violentas en cuatro años.

De Chile, país de tradiciones hospitalarias, ha huido un millón de personas: el 10 por ciento de su población. El Uruguay, una nación minúscula de dos y medio millones de habitantes que se consideraba como el país más civilizado del continente, ha perdido en el destierro a uno de cada cinco ciudadanos. La guerra civil en El Salvador ha causado desde 1979 casi un refugiado cada 20 minutos. El país que se pudiera hacer con todos los exiliados y emigrados forzosos de América Latina, tendría una población más numerosa que Noruega.

Me atrevo a pensar que es esta realidad descomunal, y no sólo su expresión literaria, la que este año ha merecido la atención de la Academia Sueca de las Letras. Una realidad que no es la del papel, sino que vive con nosotros y determina cada instante de nuestras incontables muertes cotidianas, y que sustenta un manantial de creación insaciable, pleno de desdicha y de belleza, del cual éste colombiano errante y nostálgico no es más que una cifra más señalada por la suerte.

Poetas y mendigos, músicos y profetas, guerreros y malandrines, todas las criaturas de aquella realidad desaforada hemos tenido que pedirle muy poco a la imaginación, porque el desafío mayor para nosotros ha sido la insuficiencia de los recursos convencionales para hacer creíble nuestra vida. Este es, amigos, el nudo de nuestra soledad.

Pues si estas dificultades nos entorpecen a nosotros, que somos de su esencia, no es difícil entender que los talentos racionales de este lado del mundo, extasiados en la contemplación de sus propias culturas, se hayan quedado sin un método válido para interpretarnos. Es comprensible que insistan en medirnos con la misma vara con que se miden a sí mismos, sin recordar que los estragos de la vida no son iguales para todos, y que la búsqueda de la identidad propia es tan ardua y sangrienta para nosotros como lo fue para ellos.

La interpretación de nuestra realidad con esquemas ajenos sólo contribuye a hacernos cada vez más desconocidos, cada vez menos libres, cada vez más solitarios. Tal vez la Europa venerable sería más comprensiva si tratara de vernos en su propio pasado. Si recordara que Londres necesitó 300 años para construir su primera muralla y otros 300 para tener un obispo, que Roma se debatió en las tinieblas de incertidumbre durante 20 siglos antes de que un rey etrusco la implantara en la historia, y que aún en el siglo XVI los pacíficos suizos de hoy, que nos deleitan con sus quesos mansos y sus relojes impávidos, ensangrentaron a Europa con soldados de fortuna. Aún en el apogeo del Renacimiento, 12 mil lansquenetes a sueldo de los ejércitos imperiales saquearon y devastaron a Roma, y pasaron a cuchillo a ocho mil de sus habitantes.

No pretendo encarnar las ilusiones de Tonio Kröger, cuyos sueños de unión entre un norte casto y un sur apasionado exaltaba Thomas Mann hace 53 años en este lugar. Pero creo que los europeos de espíritu clarificador, los que luchan también aquí por una patria grande más humana y más justa, podrían ayudarnos mejor si revisaran a fondo su manera de vernos. La solidaridad con nuestros sueños no nos haría sentir menos solos, mientras no se concrete con actos de respaldo legítimo a los pueblos que asuman la ilusión de tener una vida propia en el reparto del mundo.

América Latina no quiere ni tiene por qué ser un alfil sin albedrío, ni tiene nada de quimérico que sus designios de independencia y originalidad se conviertan en una aspiración occidental.

No obstante, los progresos de la navegación que han reducido tantas distancias entre nuestras Américas y Europa, parecen haber aumentado en cambio nuestra distancia cultural. ¿Por qué la originalidad que se nos admite sin reservas en la literatura se nos niega con toda clase de suspicacias en nuestras tentativas tan difíciles de cambio social? ¿Por qué pensar que la justicia social que los europeos de avanzada tratan de imponer en sus países no puede ser también un objetivo latinoamericano con métodos distintos en condiciones diferentes?

No: la violencia y el dolor desmesurados de nuestra historia son el resultado de injusticias seculares y amarguras sin cuento, y no una confabulación urdida a 3 mil leguas de nuestra casa. Pero muchos dirigentes y pensadores europeos lo han creído, con el infantilismo de los abuelos que olvidaron las locuras fructíferas de su juventud, como si no fuera posible otro destino que vivir a merced de los dos grandes dueños del mundo. Este es, amigos, el tamaño de nuestra soledad.

Sin embargo, frente a la opresión, el saqueo y el abandono, nuestra respuesta es la vida. Ni los diluvios ni las pestes, ni las hambrunas ni los cataclismos, ni siquiera las guerras eternas a través de los siglos y los siglos han conseguido reducir la ventaja tenaz de la vida sobre la muerte. Una ventaja que aumenta y se acelera: cada año hay 74 millones más de nacimientos que de defunciones, una cantidad de vivos nuevos como para aumentar siete veces cada año la población de Nueva York. La mayoría de ellos nacen en los países con menos recursos, y entre éstos, por supuesto, los de América Latina. En cambio, los países más prósperos han logrado acumular suficiente poder de destrucción como para aniquilar cien veces no sólo a todos los seres humanos que han existido hasta hoy, sino la totalidad de los seres vivos que han pasado por este planeta de infortunios.

Un día como el de hoy, mi maestro William Faulkner dijo en este lugar: «Me niego a admitir el fin del hombre». No me sentiría digno de ocupar este sitio que fue suyo si no tuviera la conciencia plena de que por primera vez desde los orígenes de la humanidad, el desastre colosal que él se negaba a admitir hace 32 años es ahora nada más que una simple posibilidad científica.

Ante esta realidad sobrecogedora que a través de todo el tiempo humano debió de parecer una utopía, los inventores de fábulas que todo lo creemos, nos sentimos con el derecho de creer que todavía no es demasiado tarde para emprender la creación de la utopía contraria. Una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra.

Agradezco a la Academia de Letras de Suecia el que me haya distinguido con un premio que me coloca junto a muchos de quienes orientaron y enriquecieron mis años de lector y de cotidiano celebrante de ese delirio sin apelación que es el oficio de escribir. Sus nombres y sus obras se me presentan hoy como sombras tutelares, pero también como el compromiso, a menudo agobiante, que se adquiere con este honor. Un duro honor que en ellos me pareció de simple justicia, pero que en mí entiendo como una más de esas lecciones con las que suele sorprendernos el destino, y que hacen más evidente nuestra condición de juguetes de un azar indescifrable, cuya única y desoladora recompensa, suelen ser, la mayoría de las veces, la incomprensión y el olvido.

Es por ello apenas natural que me interrogara, allá en ese trasfondo secreto en donde solemos trasegar con las verdades más esenciales que conforman nuestra identidad, cuál ha sido el sustento constante de mi obra, qué pudo haber llamado la atención de una manera tan comprometedora a este tribunal de árbitros tan severos. Confieso sin falsas modestias que no me ha sido fácil encontrar la razón, pero quiero creer que ha sido la misma que yo hubiera deseado.

Quiero creer, amigos, que este es, una vez más, un homenaje que se rinde a la poesía. A la poesía por cuya virtud el inventario abrumador de las naves que numeró en su Iliada el viejo Homero está visitado por un viento que las empuja a navegar con su presteza intemporal y alucinada. La poesía que sostiene, en el delgado andamiaje de los tercetos del Dante, toda la fábrica densa y colosal de la Edad Media. La poesía que con tan milagrosa totalidad rescata a nuestra América en las Alturas de Machu Pichu de Pablo Neruda el grande, el más grande, y donde destilan su tristeza milenaria nuestros mejores sueños sin salida. La poesía, en fin, esa energía secreta de la vida cotidiana, que cuece los garbanzos en la cocina, y contagia el amor y repite las imágenes en los espejos.

En cada línea que escribo trato siempre, con mayor o menor fortuna, de invocar los espíritus esquivos de la poesía, y trato de dejar en cada palabra el testimonio de mi devoción por sus virtudes de adivinación, y por su permanente victoria contra los sordos poderes de la muerte.

El premio que acabo de recibir lo entiendo, con toda humildad, como la consoladora revelación de que mi intento no ha sido en vano. Es por eso que invito a todos ustedes a brindar por lo que un gran poeta de nuestras Américas, Luis Cardoza y Aragón, ha definido como la única prueba concreta de la existencia del hombre: la poesía.

Muchas gracias. (PE/Serpal) by Ecupress

CHILE VALPARAÍSO: LO QUE PASÓ POR ESOS CERROS SE LLAMA NEOLIBERALISMO

Ricardo Candia Cares

6Cuando todavía humeen los escombros del infierno que azotó Valparaíso, vendrán las recriminaciones, las acusaciones, y la eterna y estéril búsqueda de responsables. Para algunos, por ahí pasó la mala suerte. Los más audaces, responsabilizaran a la gente que elige vivir en situaciones de riesgo. Los religiosos, a un castigo divino

Pero la verdad es que eso que humea entre los escombros y la pena de la gente, no es otra cosa que neoliberalismo en su estado puro.

Una periodista proveniente de Neptuno o Plutón, pregunta a un poblador por qué elige vivir ahí. La respuesta es de este planeta: los pobres no eligen donde vivir.

Y así es. Los pobres lo hacen donde le permite la subsidiariedad del Estado y por lo general, llega con sus miserias a formar guetos alejados de la vistas de los turistas y los poderosos que detestan tener a la vista a esas villas miserias.

Así ha sucedido en las grandes, medianas y pequeñas ciudades de nuestro país. Los pobres no deben salir en la foto de este país soberbio en macro cifras, que por pura mala suerte no se ubica cerca de Luxemburgo o en la Costa Azul.

Resulta natural que siempre que arrecia una tragedia de cierta magnitud, los que pagan las consecuencias son exactamente los mismos pobres, ya sea que habiten el enorme campamento iquiqueño de Alto Hospicio, los cerros olvidados de la parte alta de Valparaíso, las frías estribaciones de los volcanes sureños o purguen años en una cárcel abarrotada.

Como si fuera un destino inmodificable, los pobres salen en las noticias sólo cuando los azota la tragedia.

Pudimos ver muy de cerca el incendio a una hora demasiado temprana como para pensar que no podía ser controlado. El aire olía a desgracia y las caras asombradas de los habitantes de esas favelas porteñas no hacían más que mirar esa colosal columna de humo a la espera que cambiara la dirección del viento.

La ciudad se comenzaba cubrir con el olor de las casuchas calcinadas. Y habría que esperar mucho para que se vieran en el horizonte los primeros avioncitos de juguete lanzando agua que se evaporaba antes de tocar tierra, y luego algunos helicópteros que iban y venían dejando caer un volumen de agua francamente risible, comparado con esa masa terrible de fuego.

Mientras tanto, en hangares secretos, al amparo de los ojos inconvenientes y del polvo que daña los mecanismos, centenares de aviones hechos para matar, descansan a la espera de una guerra nunca llegará. Y más allá, inmensas moles de acero mantienen sus orugas y cañones disponibles para los primero combates que nunca serán. A menos claro, que sea en contra del pueblo, como ha sido tantas veces.

Estas tragedias confirman la necesidad de deshacerse de los F 16, los Leopard, y de cuanto juguete de muerte exista y destinar esas fortunas a mejorar las condiciones de vida de la gente.

Es hora de hacer un trueque de esas maquinarias de muerte, por aviones que apaguen incendios y vehículos que salven seres humanos.

El enemigo de la nación no es el país vecino. No son los pueblos del otro lado de la cordillera. No son una amenaza para la seguridad del país la existencia de otras gentes, con otros puntos de vista y otros valores.

El enemigo de la gente es la pobreza en sus versiones encubiertas y desembozada. Es el abandono, la segregación y el desprecio. Es el efecto que hace sobre la gente el modelo económico que campea en esas poblaciones y que de vez en cuando se disipa en forma de humo.

El enemigo de la gente, la nuestra y de toda la humanidad, es la existencia de millonarios más allá de toda razón, lógica o entendimiento. Esos que no dudan en enriquecerse a costa de la depredación de la naturaleza, hombres, mujeres y niños, incluidos.

El verdadero peligro para las personas humildes es la casta de políticos, corruptos, ambiciosos, sucios, matreros, rábulas, fuleros, mediocres, sumisos al poder; son los empresarios sin alma, los presidentes, presidentas, generales, almirantes y gerentes cobardes, mentirosos, cínicos. Todos miembros de la misma piara que pulula en los palacios, los fortines y las mansiones.

Es cierto. Por ahí pasó la muerte tantas veces. Pero ni por asomo la mano del Estado, de las instituciones, de las autoridades obligadas a tomar medidas para prevenir sucesos luctuosos.

Esos pobreríos salen en las noticias no más cuando les caen los remanentes de la política económica en sus versiones de tragedias como estas, o cuando la delincuencia, hija predilecta de la pobreza, llama la atención de los matinales y periodistas poca cosa.

Y, por cierto, cuando de vez en cuando la gente entiende que sólo peleando se conquistan los derechos que el sistema les quita en su eterno egoísmo, y se alza.

Y ya viene haciendo falta una gran rebelión de la gente apaleada, despreciada, quemada, terremoteada. Es necesario un momento en que se entienda que nada es eterno, cuando se adquiere la convicción de hacer que las cosas cambien. Y que la fuerza reside en la pelea de todos juntos.

De la presidenta para abajo, los funcionarios se refieren a la fuerza y coraje del porteño y su capacidad para remontar todas las tragedias que han sido.

Viene siendo la hora que el porteño y todo el resto de los habitantes golpeados por lo que sea, utilice esos atributos que se les cuelga para sobarles el lomo, para enojarse de una vez por todas y llevar sus broncas acumuladas hasta donde reside el origen de sus miedos, fracasos y pobrezas, y desplegar ahí, en donde están los que les roban el voto y el alma, el cataclismo necesario que genera una rabia bien dirigida, y ahora sean ellos a los que les toque la tragedia, aunque sea por la terrible vía de dejar de ganar un poco menos de todo lo que ganan.

fuente: Clarín de Chile

ACUERDO COMERCIAL CON EUROPA: UN TLC AL ESTILO CLÁSICO

7No tiene sentido decir que los hombres son iguales ante la ley, cuando es la ley la que garantiza la desigualdad.

Grandes contradicciones se han hecho evidentes entre el discurso y la práctica gubernamental en estos últimos tiempos. Una de ellas está en la promovida promesa del “cambio de la matriz productiva”, que se supone pretende impulsar la industria nacional, mientras al mismo tiempo se avanza en las negociaciones para la firma de un Acuerdo Comercial (AC) con la Unión Europea (UE), que en esencia promovería a los sectores que tradicionalmente han constituido la base de la matriz primario-exportadora.

Las principales compras que Europa hace a Ecuador están mayoritariamente constituidas por productos tradicionales, sin mayor valor agregado, este es el caso de las conservas de atún, los camarones, el café, las rosas y el cacao, además del banano, que tiene alrededor del 30% del mercado europeo y depende de la firma del AC para lograr competitividad frente a Colombia y Perú.

En reunión ampliada, la Confederación de Nacionalidades Indígenas de Ecuador (CONAIE) y Ecuador Decide resolvieron rechazar el proceso de negociaciones que se reiniciaron oficialmente el mes de enero pasado y continuaron en una segunda ronda los días 24, 25, 26 y 27 de marzo en la ciudad de Manta.

El rechazo de las organizaciones se basa en la preocupación que surge respecto de los contenidos del tratado, que, como afirma el ministro Francisco Rivadeneira, es un acuerdo “análogo” al TLC firmado por Perú y Colombia con la UE.

Piden que a través de la Asamblea Nacional:

1. Se exija la comparecencia urgente de los ministros/as y servidoras/es públicos que tienen responsabilidades en el proceso de negociación del Acuerdo de Asociación o TLC entre el Ecuador y la Unión Europea, principalmente el ministro Francisco Rivadeneira, responsable de la negociación, a fin de que se explique a la Asamblea Nacional y a la sociedad civil y organizaciones sociales sobre las acciones desarrolladas alrededor de este proceso, que se transparenten los textos de la negociación en materia de propiedad intelectual, patentes, biodiversidad, datos de prueba, protección a las inversiones, compras públicas, nación más favorecida, trato nacional; que se se realice un estudio de impacto y se explique cómo se ha cumplido con el principio de participación social, y si se ha considerado el impacto en la vida de las mujeres, considerando que un Acuerdo de esta naturaleza afectaría la vida social, política, económica del país, como ya ha ocurrido en otros países como México, Chile y Colombia, cuyos campesinos y campesinas han sido llevados a la bancarrota por la firma de estos Acuerdos y obligado a realizar levantamientos y paros durante todo el 2013 y que, según declaraciones de Vía Campesina, continuarán este año en un esfuerzo por obligar a sus gobiernos a no continuar con la implementación de estos acuerdos.

2. Así mismo, el pedido a la Asamblea de que se realice un estudio minucioso del “análisis comparativo entre la Constitución ecuatoriana, el TLC Colombia – Perú con la Unión Europea y otros elementos”; “la inversión extranjera directa en América Latina y el Caribe”, y el estudio de los posibles impactos en soberanía alimentaria; elementos para el análisis y reflexión sobre los impactos que traería para Ecuador la firma del acuerdo con la Unión Europea. Material que fue entregado a la Asamblea por parte de las mencionadas organizaciones.

¿Qué significaría para el Ecuador firmar el AC o TLC?

Firmar el acuerdo implicaría la liberalización del mercado de tierras y aguas (protegidas en la Constitución), la privatización de semillas, el aumento de la protección para patentes de productos agroquímicos, el fortalecimiento de las actividades extractivas, y la no priorización de empresas nacionales y pequeños productores en el sistema de compras públicas.

Para la producción agrícola, la apertura del mercado de importaciones significa que la Agricultura Familiar Campesina tenga que competir con la agroindustria europea, altamente subsidiada.

La tierra

Uno de los objetivos del Acuerdo Comercial (AC) entre Ecuador y la UE es impulsar la inversión extranjera. Para este fin, se liberaliza el mercado de la tierra y el agua, lo cual significa una potencial reprimarización de nuestra economía en función de las necesidades de la tierra se encuentra concentrada en pocas manos (ver tabla) y la mayor parte de la tierra productiva se usa para cultivos que NO garantizan la Soberanía Alimentaria: banano, palma africana y caña de azúcar.

Estas circunstancias de desigualdad en el acceso a la tierra se han convertido en la plataforma de lucha por una Reforma Agraria, objetivo que sería imposible de cumplir en caso de firmar el Acuerdo Comercial con la UE pues éste establece medidas para la protección de la inversión extranjera, como la prohibición de que el Estado ecuatoriano establezca un límite máximo para la propiedad extranjera.

Esto afectaría a la Soberanía Alimentaria, pues el capital internacional está interesado en la producción de “commodities” o productos para la exportación. Al no poder tomar medidas políticas sobre su tierra y agua, el Estado ecuatoriano pierde soberanía sobre su política agraria.

El Agua

El Acuerdo Comercial con la UE abre un mercado libre para el agua, pasando ésta de ser un Derecho Humano de acceso universal, a convertirse en un recurso productivo de difícil acceso para las familias campesinas más empobrecidas.

Además, el AC presiona a que los Estados firmantes generen un entorno positivo para la inversión, para lo cual se establece que la legislación de los países debe modificarse a favor del intercambio comercial. El Artículo 113 del AC manifiesta que las empresas europeas deben ser tratadas de la misma forma que cualquier otra de capital nacional (es decir, recibirían “trato nacional”), lo que implica facilidades de concentración y despojo del agua en manos de empresas transnacionales.

¿Qué significaría esto para Ecuador?

En el Ecuador la desigualdad en el acceso al agua está estrechamente ligada a la concentración de la tierra (ver tabla), condenando a la agricultura familiar campesina a condiciones de subsistencia y dejando en peligro el régimen de Soberanía Alimentaria que auspicia políticas públicas de redistribución del agua.

El Ecuador enfrenta en estos momentos una coyuntura legislativa que se apresta a aprobar leyes fundamentales para el sector agrícola, como la de Tierras y la de Aguas, cuyos proyectos no establecen parámetros para evitar la concentración de los recursos.

Agricultura

El AC establece una zona de libre comercio para todos los alimentos. En un plazo de 0 a 15 años, dependiendo de cada producto, tanto los aranceles como las franjas de precios (en caso de que existieran) se reducen progresivamente a 0%.

¿Qué firmaron Colombia y Perú?

Colombia y Perú pueden mantener ciertas franjas de precios y aplicar la limitación de importaciones (salvaguardias) para unos pocos productos hasta que se cumpla su plazo. En cambio, la UE no se compromete con medidas o plazos concretos para la reducción o eliminación de subsidios.

¿Qué significaría esto para Ecuador?

El mercado europeo es un destino importante de las exportaciones no petroleras del Ecuador. La mayor parte de estas exportaciones son productos agrícolas con escaso o ningún procesamiento, como el banano, la palma africana, el camarón, las flores, etc., cuya producción se halla concentrada, en un gran porcentaje, en manos de grandes terratenientes con acceso a mucho capital e influencia política. Además, el empleo generado por la agroindustria se encuentra entre 0,1 y 0,7 personas por hectárea. En consecuencia, los beneficios del aumento de las exportaciones se concentrarían en pocas manos, abriendo cada vez más la puerta para que los monocultivos de exportación reemplacen a la producción agrícola campesina.

Importaciones: destrucción de la producción local

La Unión Europea es el mayor exportador de alimentos elaborados del mundo. Los productos más exportados de la Unión Europea son: leche y sus derivados; verduras, granos y cereales; y cárnicos de pollo y chancho. Estos mismos productos son básicos para la alimentación de la población ecuatoriana y actualmente son producidos, en su mayor parte, por la Agricultura Familiar Campesina. Abrir la puerta para la importación ilimitada de estos productos alimenticios destruiría la producción nacional y desplazaría a la pequeña producción agrícola, la misma que provee entre 1,5 y 3 empleos por hectárea.

Los subsidios de la Unión Europea: competencia desleal

Las empresas europeas pueden ofrecer productos agrícolas y alimenticios a un precio mucho menor que los productores ecuatorianos. Esto se debe a que la Unión Europea subsidia a sus agricultores de diferentes formas, para lo cual destina alrededor de 100 mil millones de dólares al año.

Este monto se distribuye entre sus agricultores (especialmente los de gran escala) y las empresas agroindustriales que elaboran alimentos. Aunque la UE se comprometió a reducir sus subsidios directos, continúa apoyando a su producción agrícola por medio de otros rubros, como por ejemplo: ayuda a la exportación; almacenamiento; apoyo a la modernización; desarrollo rural. De esta manera, la producción de un litro de leche no supera los 27 centavos en la UE, mientras que en Ecuador se halla alrededor de los 40 centavos.

Pérdida de soberanía alimentaria frente a empresas transnacionales

El mantenimiento o incremento de las exportaciones ecuatorianas hacia la Unión Europea se produciría a costa de la destrucción de los mercados domésticos de alimentos, producidos por la Agricultura Familiar, atentando así contra nuestra Soberanía Alimentaria. De esta manera, se entrega nuestra alimentación a empresas transnacionales y a un mercado internacional de alimentos altamente inestable.

Protección a inversionistas

Este tipo de tratados define como inversionista a “cualquier persona, natural o jurídica, que intenta realizar, mediante acciones concretas, está realizando o ha realizado una actividad económica (…) mediante la constitución de un establecimiento”

Los inversionistas, así definidos, están amparados por un conjunto de medidas de protección, en muchos casos ampliamente desventajosas para los Estados signatarios, lo cual limita fuertemente su capacidad de acción o de generar política pública en beneficio de los sectores más vulnerables de su población.

Un ejemplo de estas medidas de protección son las que existen para las inversiones en tierra, las cuales actualmente ya están protegidas por los Tratados Bilaterales de Inversión, los mismos que están siendo revisados por el gobierno ecuatoriano. Como consecuencia de estos tratados, los conflictos sobre este tipo de inversiones son dirimidos ante una instancia internacional antidemocrática como es el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones (CIADI), supeditado al Banco Mundial.

 

 

Allegato Rimosso
Allegato Rimosso
Allegato Rimosso